Hace 70 años que el Cabildo grancanario adquirió las obras de los artistas Gunmart de Amberes y Maestro del Papagayo, consideradas las más preciadas de cuantas custodia el museo americanista
Desde finales del siglo XV y primera mitad del XVI, Canarias forma parte de las rutas de la caña de azúcar. Su intensivo cultivo, refino y comercialización supusieron un ciclo expansivo para la economía del Archipiélago y serán los hacendados, agentes y comerciantes de la antigua Flandes (hoy Benelux) los motores principales de su intenso desarrollo.
Al amparo de este comercio, se produce a las islas el tráfico y la llegada de arte flamenco, que, destinado al ornato y deleite en las grandes haciendas, capillas, ermitas y conventos, será un medio de afirmar la personalidad y el prestigio social de los nuevos pobladores, que formaron en su día parte de la denominada ‘cultura atlántica del azúcar’. Los hacendados, agentes y comerciantes de Flandes (que, en ese entonces, pertenecía al Imperio español) fueron los motores principales de esta nueva economía. El ‘oro blanco’ se trasladaba a Amberes, que pasó a ser el gran centro receptor y distribuidor del azúcar canario en Europa.
De ese rico periodo de prosperidad son las cuatro tablas pintadas al óleo por sus dos caras (lo cual supone un total de ocho escenas de tema hagiográfico) por Gunmart de Amberes (c. 1525-1590) y el Maestro del Papagayo (primera mitad del siglo XVI), que actualmente pertenecen a los numerosos y valiosos fondos que conserva la Casa de Colón. Dichas piezas son consideradas como un claro ejemplo tanto de todo ese proceso como de la estética flamenca al servicio de la temática religiosa.
Dos mil pesetas
Estas tablas flamencas actualmente son las obras de mayor relevancia, trascendencia y valor de la colección que custodia el museo americanista en una de las salas de su primera planta, precisamente en la que se inicia el recorrido por su portentosa colección pictórica. De valor incalculable, fueron adquiridas en 1949 por el Cabildo de Gran Canaria a las hermanas Petronila, Teresa, Micaela y Fermina Batllori Lorenzo, estimándose que en su día pertenecieron a la desaparecida ermita de Santa Lucía de Gáldar.
La compra se llevó a cabo en ese momento mediante la asignación, por parte del Cabildo de Gran Canaria, de una pensión vitalicia de dos mil de las antiguas pesetas como pago a las cuatro hermanas. En el documento de compraventa queda expuesto del modo siguiente: “2.000 pesetas al mes como renta vitalicia acumulable hasta el fallecimiento de la última de las hermanas”.
Las mencionadas obras están sometidas a unos protocolos y controles similares a los que toleran otras de su naturaleza exhibidas en las más importantes pinacotecas del mundo. Las piezas pictóricas de Gunmart de Amberes y el Maestro del Papagayo se exhiben en una de las salas de la Casa de Colón, en el interior de unos marcos microclimáticos especiales, que permiten su correcta conservación.
Tras los cristales, el visitante puede apreciar en todo su esplendor los blancos de albayalde, los azules de azurita, los rojos de bermellón, tierra roja y laca orgánica, los negros de carbón y humo de huesos, pardos de tierras, y verdes de resinato de cobre, con aglutinante oleoso y oleo proteico y cargas de calcita y cuarzo.
Estos marcos, diseñados y fabricados expresamente para cada una de estas piezas de arte, protegen las obras de la radiación infrarroja y ultravioleta, posibilitando el control de las particularidades de cada tabla por acción del gel de sílice que lleva en su interior, que no solo las mantienen en buenas condiciones ambientales, sino que actúan como barrera protectora frente a contaminantes atmosféricos, orgánicos y/o biológicos.
Los marcos guardan en su interior un dispositivo que registra los parámetros de humedad, temperatura y luz a los que se someten los cuadros. Durante los traslados y/o préstamos a otras instituciones culturales para exposiciones temporales, el sistema controla y registra también las posibles vibraciones e impactos.
Extraordinaria delicadeza
Destacan en ellas los acentuados contrastes lumínicos, así como la extraordinaria calidad de las carnaciones, ropajes y elementos secundarios de carácter paisajístico. La parte delantera de la primera tabla muestra a Juan el Bautista sosteniendo en sus brazos el Cordero Místico; en segundo plano, se puede observar el bautismo de Cristo a orillas del río Jordán. En el reverso, figura la representación del martirio de san Juan el Evangelista. La parte delantera de la segunda tabla está dedicada a Santa Lucía, representada con los atributos de su martirio. El reverso está dedicado a la misa de San Gregorio, y muestra la milagrosa aparición de Cristo emergiendo del sarcófago ante San Gregorio durante el acto de la eucaristía.
El Maestro de Papagayo fue dado a conocer por el estudioso de la pintura flamenca Max Friedländer en un artículo publicado en 1949. La mayoría de sus piezas son retratos y composiciones religiosas, especialmente de la Virgen con el Niño, que juega con un papagayo o loro, de ahí el nombre que se le asigna al citado maestro. El estilo de sus pinturas guarda similitudes con las obras de otros artistas flamencos como Joos van Cleve, Jan Gossaert y Ambrosius Benson.
Muchas de sus obras se destinaron a la exportación por lo que, dados los lazos comerciales entonces existentes, muchas de ellas acabaron en España, donde están representadas en el Museo del Prado (‘San Pablo escribiendo’, ‘La muerte de Lucrecia’ y ‘La Virgen dando el pecho al Niño Jesús’), el Museo de Bellas Artes de Sevilla (‘Sagrada Familia’, anteriormente atribuida a Pieter Coecke van Aelst), el Museo de Bellas Artes de Bilbao (‘Virgen y Niño’) y diversas colecciones privadas.
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